Si está una cosa clara, es que los aviones no son lo nuestro. ¡Y con lo que nos gusta viajar lo llevamos claro! De pequeño Albert quería ser piloto de avión, pero el atentado terrorista del 11-S le quitó el sueño y le puso miedo en el cuerpo. Blanca quería ser azafata, sólo porque le encantaba volar. Finalmente el destino hizo que no nos encontráramos en el avión, sino en la universidad, pero desde luego que los aviones nos han jugado malas pasadas. Sin duda, la que nos jugó el avión de Aeroflot en el aeropuerto de Moscú Sheremyetevo justo antes de pisar el paraíso de Maldivas no puede caer en el olvido.

Salimos de Barcelona en dirección a Malé, la capital de Maldivas para pasar ahí una semana. Fuimos con Aeroflot, ya que el vuelo a Maldivas nos costó sólo 420€. La compañía rusa es la que tiene vuelos más baratos Asia. Eso sí, de la escala larga en el aeropuerto de Sheremyetevo no nos libramos. Todo se tiene que decir, es un buen aeropuerto.
Oímos de todo sobre Aeroflot, pero la verdad que en el vuelo de Barcelona a Moscú nos sorprendió gratamente: aviones nuevos, asientos muy cómodos y espaciosos, y la comida buena. Los aviones de la guerra fría y el mal olor dentro de años anteriores habían quedado atrás.
Lo peor vendría después, cuando tuvimos que coger el avión hacia Maldivas. Los dos estábamos ansiosos por llegar al paraíso, y con el accidente reciente de los Alpes en nuestra memoria, pensamos en algún momento que jamás llegaríamos.

Embarcamos en el horario previsto y una vez en el avión, empezamos a oír unos ruidos muy fuertes (suponemos que eran los motores). Después de estar más de una hora sin movernos, nos dirigimos hacia la pista de despegue, pero no llegamos. A medio camino, el avión se paró y estuvimos ahí una media hora más, con el mismo ruido. A continuación, el avión se movió y pensamos por fin que íbamos a despegar, pero sin embargo el avión volvió a la puerta de embarque. Nadie nos quería decir nada.
Preguntamos al personal qué pasaba, si tal vez teníamos que cambiar de avión y no nos decían nada. Los pasajeros estábamos muy nerviosos, a parte de que llevábamos casi 2 horas de retraso y nos estábamos jugando perder el ferry hacia la isla.
Tras más de dos horas, el pilotó habló: “Estamos comprobando unos detalles, en 20 minutos despegamos”. Nos preguntamos, ¿Qué detalles? ¿No nos merecemos los clientes una mínima explicación de lo que está pasando? Pues ni mu.
Al cabo de 20 minutos, nos dirigimos a la pista de despegue y efectivamente, despegamos. Pero, ¡vaya despegue! Tras ganar unos metros, el avión perdió altura de golpe provocándonos un malestar terrible. Mejor no os contamos lo que pensamos en aquel momento. Tuvimos suerte que sólo fueron unos segundos y ya reprendió la altura.
Nos quedamos con las caras de susto de nuestros compañeros de trayecto, y de unos simpáticos italianos que tras ese despegue nos dijeron: “Are you feeling comfortable?” Y les contestamos, “Not at all”. Sin embargo, después de 9 horas tenemos que decir que nos sentimos más “comfortables” que nunca.

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