Lo nuestro empezó con un viaje a la ciudad que nunca duerme en noviembre de 2013, y con lo que nos sucedió al volver, nosotros tampoco dormimos. Y no, no fue porque Nueva York nos contagió su espíritu, sino por algo peor.
Los precedentes
El relato lo escribe el que tuvo más suerte o, mejor dicho, el que hizo las cosas bien. Para poneros en contexto, el padre de Blanca trabaja en Iberia y ella se aprovecha de los billetes free que le consigue. No es que viaje gratis, pero es como si lo fuera, porque un viaje a Nueva York desde Barcelona le cuesta 100€ la ida y la vuelta. Cuando yo saqué mi billete cuando faltaban nueve días para irnos a Nueva York, Blanca decidió modificar su vuelta para volar conmigo.
Aprovechando el contacto de su padre, se sacó un billete “zed” de vuelta con U.S. Airways, y no, no les hacemos publicidad, ya que se comportaron fatal. Ese tipo de billete cuesta un poco más que el free, aunque el precio también es ridículo: 100€ el trayecto Nueva York-Barcelona, con escala en Philadelphia. Lo que hizo Blanca no me pareció bien, a pesar de la grata compañía, ya que a mi parecer era arriesgarse demasiado. Porque no os penséis que en la vida lo bueno es todo bueno, ya que lo malo que tienen estos billetes es que si el avión va lleno, no vuelas.
En el aeropuerto de Nueva York
Como podéis ver, aunque el desenlace no fue tan trágico como el de Romeo y Julieta, la cosa no fue bien. Llegamos al Aeropuerto Internacional de Newark sobre las 12 del mediodía, felices como perdices porque cogeríamos nuestro primer avión juntos. La sensación que tuvimos entonces fue la de pasar de la fascinación en Times Square a estar perdidos por los callejones del Bronx a las 3 de la madrugada.
Una señora, poco simpática, nos comentó que el avión, si es que a ese aparato con hélices se le podía llamar avión, de Nueva York a Philadelphia iba lleno y que Blanca, no podía volar porque iba con un billete “zed”, y que como ella había 2 personas más. Sin embargo, aunque volar de Nueva York a Philadelphia era imposible, el vuelo de Philadelphia a Barcelona iba casi vacío, pero Blanca no tenía ninguna otra oportunidad para llegar a tiempo a Philadelphia.

¿Cómo acabó la cosa? Blanca os lo narra, ya que yo estaba en el aire y no me enteré de nada. Y para los románticos que penséis, ¿y por qué no te quedaste con Blanca? Porque los simpáticos de U.S. Airways no me querían reembolsar el dinero ni facilitarme un puesto para el vuelo del día siguiente, así que iba a perder 300€. Además, supe que Blanca no subía al avión cuando cerraron las puertas del mismo, así que no tuve otra opción.
Cuando Albert embarcó, llamé a mi padre para que me reservara plaza en el vuelo que tendría que haber cogido desde un principio con Iberia. Me sentí muy tonta por haber perdido el tiempo y los nervios para nada, pero por lo menos me tranquilicé sabiendo que en pocas horas ya estaría volando (o eso pensaba). Hablé con el primer taxista que vi libre y me dijo que me llevaba al JFK por 120$, me pareció muy caro, pero tenía prisa, así que fui a sacar dinero y subí al coche.
La cosa empeoró cuando parecía que nada más podía salir mal
Los dos aeropuertos más transitados de Nueva York no parecen estar muy lejos, pero tuvimos que cruzar Manhattan en plena hora punta, por lo que estuve una hora hablando con el taxista sobre cómo había llegado a Nueva York, ya que él era egipcio. Cuando ya podía ver muchos aviones despegando y quedaban apenas 5 minutos para llegar, me sonó el móvil. Era mi padre: no podría volar hasta el día siguiente porque el billete se tiene que sacar con 4 horas de antelación como mínimo, y como mi padre es igual o más despistado que yo no lo sabía.

Entonces sí que me derrumbé y el pobre taxista que ya me aguantó la histeria al principio ahora me tenía que ayudar a encontrar un hotel donde quedarme cerca del JFK. El señor fue muy amable y me preguntó en tres o cuatro hoteles cuanto me saldría la noche, pero ninguno bajaba de los 300$. No iba a pagar tanto ni loca, y me desesperé aún más viendo lo cara que me saldría la cabezonería de volar con Albert. ¡Ay, si hubiera hecho caso a mi padre desde un principio!
Finalmente, con la ayuda del GPS, encontramos un Holiday Inn que me costó 120$ y tenía transfer al aeropuerto cada media hora. El problema vino al hacer el check-in, me pidieron el pasaporte y como era menor de 21 años la habitación no podía ir a mi nombre…¿podía pasar algo más? Suerte tuve del taxista, que dejo sus datos para que, por fin, pudiera descansar de la pesadilla.

Al entrar en la habitación caí rendida, y eso que eran las 8 de la tarde. Además, no tenía pijama ni nada cómodo para dormir en la maleta de mano que llevaba, porque la facturada se había quedado rumbo a Philadelphia… pero eso ya es otra historia con la que aprendí a no facturar nunca lo imprescindible, ¡y menos si viajo con free!
Después de dormir 12 horas del tirón y desayunar me pasé la resta de la mañana viendo los típicos programas americanos destinados a amas de casa. Al mediodía por fin puse rumbo al aeropuerto 24 horas más tarde de lo debido. Al día siguiente tenía a Albert esperándome en el aeropuerto. Parecía que hiciera días que no le veía, fue un día eterno.
Vaya aventura, chicosss
Pues sí, Delia! De todo se aprende por suerte 🙂