¡Buenos días desde Tokio! Por fin lo podemos decir porque, como siempre nos pasa últimamente, hemos tenido un viaje muuuuy largo y accidentado. Los billetes de empleado son geniales cuando vuelas, volar por menos de la mitad ¿qué más se puede pedir? Pero cuando las cosas se tuercen porque todos los vuelos van llenos pueden ser un verdadero calvario.
Ayer debíamos haber salido con un vuelo Madrid-Tokio operado por Iberia que tenía plazas más que suficientes hasta el día antes. Pero al llegar al puente aéreo a primer hora nos dicen que está más complicado por un problema de conexiones en Londres la noche anterior que envió a muchos pasajeros al vuelo de Iberia.
Igualmente, tenían que fallar unos 5 o 6 pasajeros para poder tener asiento. En estos vuelos de largo radio es habitual que se pierdan conexiones o incluso que algún pasajero no se presente. Así que fuimos a Madrid a probar suerte, pero no la tuvimos y el avión se marchó lleno sin nosotros.
Entonces fuimos a preguntar a otras compañías con las que podríamos sacar un billete de empleado para llegar a Tokio.
El mismo día iban todos los aviones muy llenos, parece que todo el mundo tiene ganas de ver los cerezos en flor. Por suerte, en British Airways nos dijeron que teníamos todo de cara para coger un Londres-Tokio la mañana siguiente.
Ya bastante nerviosos, sacamos los billetes para llegar de Madrid a Londres aquella misma tarde y salir hacia Japón la mañana del sábado. Nos tocaría volver a dormir en Heathrow como ya nos pasó hace unos meses. Pero como sarna con gusto no pica, estábamos felices por haber encontrado una solución que sólo nos robara 24 horas de nuestro plan inicial.
Después de dos horas con problemas informáticos con el sistema de British, por fin consiguieron localizar nuestro billete y darnos las tarjetas de embarque (aún sin asiento asignado) de Madrid a Londres y de Londres a Tokio.
El empleado de British nos dio las tarjetas de embarque, pero cuando ya nos despedíamos y nos deseaba suerte, nos dice: “Lo siento chicos pero todo esto no ha servido de nada”. Uno de los tres vuelos de Madrid a Londres que había aquella tarde se haría con un avión mucho más pequeño y, por lo tanto, quedaban 60 pasajeros de pago colgados que se iban a transferir a los vuelos de otras compañías.
Nuestras opciones para llegar a Londres desde Madrid eran nulas, así que ya desesperados decidimos volver a Barcelona después de no comer nada desde las 6 de la mañana. Eran las 4 de la tarde; nuestra paciencia y esperanza habían desaparecido.
Sinceramente, estábamos tan desanimados que pensamos incluso en cancelar el viaje o volver a probar en un par de días. Habíamos gastado ya mucho dinero en sacar billetes inútilmente ym aunque los reembolsan si no se usan, aquello no pintaba nada bien.
En el fondo no nos queríamos dar por vencidos y cuando llegamos al aeropuerto del Prat nuevamente nos dimos cuenta que había un vuelo de Barcelona a Londres por la noche que tenía suficientes plazas libres.
Pues sí, allí fuimos, llegamos a Barcelona a coger el tercer vuelo del día, desde donde habíamos salido, con destino Londres Gatwick. Avisamos al hotel que llegaríamos una noche más tarde y nos fuimos para Londres muy convencidos.
Una vez allí nos tocó ir al aeropuerto de Heathrow, donde pasamos una noche bastante buena para lo que es dormir en un aeropuerto. Aún así, teníamos tanto agotamiento físico y mental que nos quedamos fritos enseguida convencidos que volaríamos a Tokio por la mañana. Quedaban 15 asientos y sólo había dos personas por delante nuestro según la preferencia de embarque que tienen los billetes de empleado.
A primera hora de la mañana fuimos a consultar el estado del vuelo y no nos lo podíamos creer: ¡la lista de personas en espera había crecido hasta 19 pasajeros! Al ser de otra compañía distinta a British, estábamos los últimos en la lista. Tendrían que fallar 4 pasajeros. No era imposible volar, pero tampoco nada fácil
A partir de entonces ya no pudimos dormir más porque se nos volvió a instalar el nudo en el estómago que tuvimos todo el día anterior. Después esperar unas 4 horas, solo quedaba una hora para la salida del avión y el vuelo ya estaba cerrado.
Para añadir más tensión aún, nos preguntaron si estaríamos dispuestos a volar en vuelos separados si sólo quedaba un asiento. En ese momento dimos por hecho que sería el caso, pero en dos minutos, después de hablar por teléfono con el coordinador del vuelo, el chico del mostrador rompió nuestras tarjetas de embarque provisionales y nos asignó asientos. En aquel momento liberamos toda la tensión de las últimas 24 horas y nos abrazamos super contentos. ¡Encima teníamos asientos juntos!
El empleado nos sonrió, nos entregó las tarjeta de embarque definitivas y nos dijo que nos diéramos prisa para pasar el control de seguridad y llegar a la puerta de embarque. 12 horas más tarde, por fin pisamos Tokio. Eso sí, ha sido uno de los vuelos más placenteros que recordamos, hemos pasado el 90% del tiempo duermiendo como troncos.
Moraleja: hemos jurado no volver a volar con estos billetes para un destino muy concreto y un itinerario planeado, pero ambos sabemos que volveremos a caer en la trampa.
Moraleja 2: cuando las cosas se ponen complicadas la recompensa sabe mucho mejor. Ahora nos hace, si cabe, mucha más ilusión este viajazo que os iremos contando a través de los diarios de viaje y nuestras redes sociales.

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